Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Himnos de batalla

Conversamos con Gustavo Rea, de Alvacast

Conversamos con Gustavo Rea, bajista de Alvacast, sobre la reedición de “Al borde del abismo”, álbum fundacional del metal uruguayo.

15.05.2015 17:33

Lectura: 9'

2015-05-15T17:33:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

Lo normal en esa época era comprar un vino suelto. Un cortado, en el mejor de los casos, y salir a ver qué había. A veces te enterabas de un recital, y te mandabas. No había muchos. La regla era tratar de colarse. No digo que estuviera bien, pero casi todo el mundo lo hacía. Al menos lo intentaba. Por aquellos tiempos todavía había gente con iniciativa.

Como aquella ¿primera? ¿segunda? edición de El circo, en el Parque Batlle, un festival de varios días que congregó lo poco que iba quedando del rock uruguayo, allá por diciembre del 89. ¿O fue en el 90? El aire, entonces, estaba cargado. No en especial ese día, esa noche. Era Montevideo que respiraba violencia. Y entonces la chispa. Unos gritos, unas puteadas, y un pelotudo que tiraba una piedra contra el escenario.
-Una botella.
-¿Una botella?
Sí, fue una botella, no una piedra.

Gustavo Rea se acuerda de ese día. De esa noche. Gustavo Rea era el bajista de Alvacast, la banda de metal más importante de la aldea,  que además venía dando pasos para saltar las fronteras.

Ya tenían un disco en la calle, Al borde del abismo, que había aparecido en el 87 a través del sello Orfeo, que Bizarro recuperó este año en una edición remasterizada. Ya habían viajado a Buenos Aires para tocar en Obras con las bandas del momento, y  habían aterrizado en Chile, junto a los locales Massakre, unas celebridades del heavy regional.

Y les tiraron una botella. Por ahí se hablaba de una guerra secreta entre metaleros y punks, un conflicto de baja intensidad que estallaba sin aviso. Yo lo vi una vez, dos veces, pero más adelante en el tiempo. En ese entonces no. En esa época, el problema era no saber qué hacer con tan poca libertad. Y a algunos, si se les iba el balde, soltaban la cadena.

Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco

¿La violencia era un signo de aquellos tiempos?

No sé. Los problemas que más tuvimos, si es que se pueden llamar problemas, fueron con la misma gente del metal. Esa cuestión de la rivalidad con los punks era una pendejada. Nosotros nunca nos metimos. Si había algún problema era con alguien con quien no te llevabas, fuera metalero, popero, o lo que fuere. Nuestra relación con Los Tontos, Estómagos, Neoh 23, todas las bandas de pop, era muy buena. Nos llevábamos bien con todos. El tema era el público metalero. Parte del público metalero. Primero estaba Ácido, después aparecimos nosotros, Moby Dick, Cross, Nostradamus, Sádika, que surgió un poquito después, Angkor Vat, Delirium Tremens. Lo primero fue Ácido. Lo que quiero decir es que antes del 87 había un público homogéneo. Pero lo que tiene el metal es que todos son músicos. No es como el público de Los Estómagos de esa época, o de los Buitres ahora. Alguno tocará, pero no todos. En el metal todos tocan un instrumento y tienen algún proyecto. Creo que ahí, en la aparición del thrash, el death core, la aparición de Sepultura en Brasil, llevó a muchos a pensar que todo lo demás era comercial. Ahí había algunos, pocos, que nos incluían en esa bolsa de lo comercial. Y nos mataban.

¿Por qué?

Nosotros laburábamos mucho. Ensayábamos cuatro veces por semana, la pasábamos bien, nos divertíamos, no éramos ningunos santos, pero laburábamos. Venía un problema y le buscábamos la solución. Entonces como que resaltamos un poco del resto, también gracias al trabajo de Claudio [Picerno, su mánager], que empezó con nosotros. Él empezó a hacernos difusión, algo que nadie tenía en ese momento, y eso en la cultura uruguaya como que molesta un poco. No teníamos un retorno económico. Todos laburábamos y metíamos una cuota, y de ahí sacábamos para comprar equipos, guitarras, clavijas. En el mercado no había equipación, y teníamos que buscar la forma. Éramos una especie de cooperativa. Inclusive, si ves los créditos de los discos de Alvacast, las autorías de las canciones están a nombre del grupo, no de los integrantes. Todo iba para ahí. Creo que en algún momento eso enfadó. Montevideo puede ser un pueblito y a la vez una gran ciudad. Eso es lo que tiene. Entonces, si vos destacás, el otro ya lo ve raro. Le pasó a Los Tontos. Ellos subieron muy rápido, los amigos de Renzo [Teflón, de Los Tontos] y de todos, empezaron a cambiar la forma de verlos. Y los amigos se empezaron a distanciar. Eso terminó de explotar en el Franzini, en Montevideo Rock II. Los Alvacast mirábamos eso, el ascenso de las bandas, y queríamos que se fueran al exterior, que abrieran puertas para los grupos uruguayos. Y no estaba bueno que los apedrearan. Nosotros estábamos en eso, pero había otros que no. Además, no te olvides que el público del metal es más chico en número que el del pop, o el rock. Eso en todas partes del mundo.

Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco


Sin tregua


Al borde del abismo, álbum fundacional del metal vernáculo, reúne las influencias de Alvacast en ese momento. Las metáforas bíblicas o religiosas sirven para abordar temáticas cotidianas, y la música absorbe la impronta de bandas como Queensrÿche, Judas Priest, Accept y especialmente Iron Maiden.


¿Alvacast fue la primera banda local de heavy metal en llegar al disco?


Sí, Ácido había sacado un simple. No sé por qué ellos no llegaron a sacar un LP, creo que hubo una discrepancia con [Alfonso] Carbone [en ese entonces, director artístico del sello Orfeo]. Nosotros, ante la posibilidad de grabar un disco, y sin boicotear la música, lo hicimos. Quizás un productor nos hubiera ayudado mucho, pero en esa época no se usaba. Se grabó en pocas horas, y fue muy complicado porque llegábamos a las ocho de la noche, y muchas veces empezábamos a las dos, tres de la mañana. Había mucha informalidad. Era en Elvisur, con [Jorge] Ripoll, que era un técnico bueno, pero de tropical, folklore, canto popular.


¿Era la primera vez que entraban en un estudio?


Sí. En ese sentido nos dio una gran mano Víctor [Landes], amigo, uno más de nosotros, también técnico de sonido, siete años mayor que nosotros. Él nos guiaba. Fíjate que en los ensayos no nos escuchábamos. Nos escuchamos cuando llegamos al estudio. ¡Qué lo parió! Todo nos sorprendía. Teníamos que ir los días libres y empezar a aprender. Una experiencia increíble. No sé cuántas horas de grabación fueron, pero sí que eran pocas y nos las comimos todas. La primera canción que grabamos fue "Campos de sangre", que era la que mejor nos quedaba, y no nos dio el tiempo de hacerla otra vez. Por eso está como está, suena muy mal. En ese disco experimentamos con teclados, midi... estaba Christian [Dhell], tecladista, y experimentamos. Eso hoy en día no pasa, lo llevás preparado. Ahí nos pasábamos horas buscando un sonido.


¿Qué sentían ustedes, unos guachos de 20 años, grabando heavy metal en un estudio?


Y... creíamos que eso iba a seguir para adelante. Era un sueño que estábamos viviendo. Ya habíamos logrado tocar bastante. Habíamos llenado el Club Húngaro, con Cross, Nostradamus y Moby Dick, nos habíamos dado cuenta de que no estábamos solos, que había gente que tiraba para delante. Imaginate entrar a grabar un disco... ¡había que hacerlo bien! Y lo tomamos al 100% de nuestras posibilidades, aunque carecíamos de experiencia. No nos importaba, tratábamos de explorar. La idea de estar grabando en esa época en Uruguay era un sueño que se estaba cumpliendo. Ya estaba. Y después todo lo que trajo, de explorar con sonidos.


¿Cómo fue eso de escucharse por primera vez en un disco?


Nos juntamos todos a escucharlo en casa. Fue como poner algo con demasiado valor. ‘Cuidado, no lo rayen', era todo el tiempo, y poner la púa en el surquito y que empezara a sonar la música, no tenía precio. Me acuerdo que lo poníamos en 45 [RPM, en lugar de las 33 que requería un larga duración], porque como que se pulía más el sonido. "¡Mirá cómo suena, lo podemos hacer más rápido!", y terminaban los ensayos y lo íbamos a escuchar, buscando siempre los defectos.


¿Ya en seguida le encontraron errores?


Sí, sí. Siempre fuimos muy críticos.


Y ahora se juntaron, 25 años después, para presentar el disco [fue el 20 de marzo de 2015, en MMBox]. ¿Hay nostalgia por volver a hacer esas canciones en menores condiciones o existe una necesidad artística que va más allá de lo sentimental?

Es un poco de todo. Nosotros somos íntimos amigos. Pasaron todos los años que pasaron, y nos seguimos viendo. Eso de juntarnos, con el motivo musical, es parte de lo que nos hace amigos. Ahora, yo tengo ganas de hacer algo. De hecho estamos planificando retomar una canción que quedó en el tintero, y capaz que una segunda y una tercera, para seguir con esto. Es un todo. Nos nos podemos ver sin Alvacast, sin música, y la pasamos de novela. Ahora, si nos juntamos por el grupo, el círculo se cierra perfectamente. Es muy especial lo nuestro. Es difícil formar grupos. Creo que los grupos que permanecen son los que tienen una unión que va más allá de la música, y no porque sean solo buenos músicos. Nosotros somos una familia. En Alvacast no puede componer una sola persona. Nos dicen que tenemos que sacar otro disco, y claro que nos gustaría, pero para eso nos tenemos que juntar un mes, todos juntos, para armarlo.

¿Creés que este disco envejeció bien o quedó estancado en un momento histórico?

Yo lo dividiría en dos partes. Creo que las letras de las canciones, "Demasiado cielo para tan pocos santos", "Lago de fuego", "Campos de sangre", "Al borde del abismo", son letras que siguen actuales. Si bien nosotros escribimos mucho sobre la post dictadura, veíamos un poco lo que pasaba en el mundo. Hoy siguen los mismos problemas, y el estar al borde del abismo sigue vigente.


Y musicalmente, Alvacast nunca estuvo en un estilo thashero, siempre estuvimos más bien buscando melodías, y eso, indudablemente, quedó en el pasado. Tiene 30 años. Me sigue gustando tocar las canciones de Al borde del abismo, pero hay cosas que hemos modificado. Ahora, un "Campos de sangre", si estuviera bien grabado, sigue actual.

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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